El lunes pasado salía de mi examen de fotografía, no había estudiado mucho, nada para ser sincera. Salí con algunos de mis compañeros, nos descargamos un poco, pero a la hora de tomarme el colectivo para volver a casa me puse a pensar. No sé si te pasa a vos, pero el minuto posterior a la entrega de un examen (en el que uno se queda solo) es en el que se hace un raconto de lo que hizo, lo que puso, lo que no puso, y se da cuenta de cuanto y como guitarreo, por lo cual, uno suele escaparse del mundo y pensar solo en recordar que contesto en tal o cual pregunta, como tratando de tranquilizarse y decirse: bueno no estuvo tan mal…

La cosa es que cuando me tome el colectivo, me aísle de mundo, miraba por la ventana pero en verdad estaba repasando las preguntas y mis respuestas, hasta que fui interrumpida por un señor mayor que me preguntaba si conocía el recorrido del colectivo… Salí por un rato de mi mundo de preguntas y respuestas, le conteste y volví a mirar por la ventana intentando “recordar” que había puesto, o como había guitarreado al definir algo tan sencillo como el obturador, cuando nuevamente..: - Discúlpame
¿este colectivo entonces pasa por Nazca y Jonte?. Otra vez me obligue a salir de mis pensamientos y contestarle. Hacia demasiadas preguntas, no entendía que corno quería... con mi mayor sonrisa, intente contestar y volver nuevamente a mi mundo cuando
recibo otro comentario…
¿Qué le pasa a este Señor pensé, no se da cuenta que justo en este momento no tengo ganas de hablar, ni de escuchar? Gire nuevamente para ver que quería en esta oportunidad, y me muestra el celular (aparato que confiesa no entender mucho) con un mensaje que le había llegado, el mensaje decía: FELIZ CUMPLEAÑOS!
Claramente, le desee feliz cumpleaños y me dispuse a abandonar mis pensamientos para ponerme a charlar con este “extraño” , porq esa ultima interrupción me había causado un especial sentimiento… este hombre necesitaba hablar, estaba solo festejando su cumpleaños numero 78, viajando hacia la casa de una familiar lejana que se había acordado que era su cumpleaños y lo invito. Me contó que hace años había quedado viudo, que su único hijo no estaba viviendo en el país y que ya quedaban pocos amigos con vida. Me contó también, como y cuanto había cambiado la zona por la que viajábamos, que el solía visitar con su esposa a unos amigos por ahí y que solían comprar en una vieja panadera la mejor pasta frola que comió en su vida, obviamente la panadería ya no estaba.
Seguimos hablando hasta que le toco bajarse, me saludo y antes de pararse me dijo: Gracias por la charla, no suelo hablar con mucha gente durante el día, suelo estar la mayoría del tiempo solo, así que gracias chiquita. Que sigas muy bien. Y así sin más, se bajo y se fue… de abajo del colectivo me levanto la mano saludándome y era inevitable que no lo mirara con una sonrisa en mi cara.
Que loco, no?. Cuanta gente esta sola necesitando hablar o simplemente ser escuchados. El mundo en el que estamos viviendo es cada vez más individualista, nadie, o muy poca gente, está dispuesta a ayudar a los demás. Creo que hay muchas personas que están buscando oídos que estén dispuestos a escucharlos. Gente que salga un rato de su mundo para compartir tiempo con los demás, creo fielmente que eso también es un acto de solidaridad y amor.

En esta oportunidad me toco callarme para que este Abuelo pueda hacerme recordar
la importancia de escuchar al otro, después de todo, si te pones a pensar,
cuando hablamos no estamos aprendiendo nada, lo hacemos cuando escuchamos, cuando prestamos atención. A simple vista, podrás pensar que el escuchar a otros solo será beneficioso para el otro, que se descarga, se libera y te cuenta, pero créeme, que
vos mismo te vas a enriquecer con escuchar.
Nosotros, los seres humanos, somos la obra maestra de la creación de Dios. Como entender que de dos personas se cree una y no admirar la perfección en esa hermosa nueva vida... Dios, sabiamente, nos hizo con dos manos, dos ojos, dos orejas y una boca, sí una boca. Entiendo que esto habrá sido para que ayudemos más, admiremos y miremos más, escuchemos más y hablemos menos.
Termino con esta partecita de un gran libro: Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar.